Mirar con los ojos del cronista. Sobre el estilo periodistico de Vicent Andrés Estellés. Adolfo Piquer Vidal

Los manuales de teoría de la literatura suelen distinguir entre los acercamientos al hecho literario desde el inmanentismo y aquellos que lo hacen teniendo en cuenta el entorno de la creación. El contexto histórico, biográfico, social, cultural, las circunstancias de emisión-recepción, son senderos estratégicos de los cuales se ayuda para entender la obra literaria en su globalidad. Y es claro que, entre la variedad de elementos que lo rodean, todos contribuyen a condicionar la aparición del texto y sus interpretaciones a posteriori. Asumido este supuesto, nos planteamos la inmediata aplicación de los estudios históricos y contextuales a los autores ya sus obras, los más emblemáticos si es necesario y se cree que esto aún no ha acabado de hacer. Y nos encontramos, finalmente, con la ineludible obligación crítica y cívica, de recuperar un elemento básico y trascendental del poeta valenciano contemporáneo más conocido y exportado, Vicent Andrés Estellés.

 

Resulta evidente que la revisión biográfica del autor nos lleva a un punto donde confluyen la profesión y la creación. El quehacer diario le permitía llevarse las herramientas de trabajar en casa para comenzar un periplo en el que la afición acabó siendo el oficio. Nos interesa, ahora, hablar de lo que había sido el primer trabajo, si descartamos los vínculos familiares más emotivos con el horno y un breve peregrinaje que pasa por Madrid y por Navarra.

La perspectiva de un Vicent Andrés Estellés como cronista de la realidad desde el poema ha dominado las páginas críticas que se han escrito sobre el autor. El Estellés observador de la Valencia de la posguerra a través de sus versos es el resultado final que dio el otro Estellés, aquel que trabajaba como periodista, escribía casi a diario y miraba de reflejar lo que había a su alrededor.

 

Fueron treinta años de dedicación a esta rutina laboral que en ningún momento se pueden separar de la creación porque son parte de las vivencias que condicionan la trayectoria poética.

Así, visto más o menos frívolamente, podría parecer que quien esto escribe haya querido trabajar en un campo poco explorado para eludir las cuestiones fundamentales de la poesía de Estellés. No hay nada más lejano, se trata de tocar un tema desde la complementariedad necesaria, ayudando a la consolidación de la crítica con un punto de apoyo histórico y contrastado, al más puro estilo de la vieja crítica de documentación y de archivo. Recorrer las páginas de un diario a lo largo de treinta años de publicación implica cierto sufrimiento y algunos hallazgos curiosas de las que daremos noticia.

 

Desde la lectura de los artículos y los poemas en el diario Las Provincias, nos damos cuenta de la formación que el escritor recibía, de sus lecturas, incluso de los rasgos de estilo que empezaban a perfilarse más allá de la prosa, para dejar huella en el verso. Eso por no hablar de las relaciones sociales y profesionales que mantenía, algunas de las cuales sorprenden por su inicial cordialidad.

 

Un recorrido por la mencionada publicación periódica desde la década de los cincuenta hasta finales de los setenta nos ayuda a explicarnos la realidad de un País y los vínculos que el poeta mantenía con él. Su trabajo de redactor jefe todavía deja escondidas algunas de las posibilidades que nos llevarían a determinar la autoría de artículos concretos. Aun así, nos damos cuenta de que tanto el anonimato, como la presencia de acrósticos en algunos escritos y los seudónimos nos acercan a unas formas vecinas de los artículos firmados durante los años de trabajo en medio.

 

Cuando el autor ya se había hecho con un nombre, su presencia en el diario se puso de manifiesto bajo el seudónimo Roque y se manifestó con una lengua viva y popular, la nuestra, a la que había renunciado - por razones más que evidentes - en los artículos en prosa de los años cincuenta y sesenta. En este punto esperamos que los trabajos de estudio de la lengua de Roque acaban de redondear lo que ahora decimos, sobre todo porque se observará un autor muy ligado al dialecto y el coloquialismo.

 

Además, esto nos pone sobre la pista del estilo, muy definido y estudiado en el caso de nuestro autor. Y como el estilo, se dice, es el hombre, nos llevará a ver los rasgos de creación de Estellés en el trabajo como periodista.

 

Los temas, a menudo enfocados desde la óptica de la actualidad valenciana, abren el abanico en el que encontramos intersecciones que, como el conmutador eléctrico, alumbran los rincones poéticos por donde pasea el lector. Y más aún, la voluntad de crónica del poeta es el testimonio perenne de lo que fue noticia, los hechos y de las gentes que hoy son historia. Y muestra de esta son los datos positivos que ayudan también a concretar cuestiones que aún no han sido aclaradas. La relación Ombuena-Estellés, por ejemplo, es una de las más controvertidas.

 

La temática. Los tópicos Estellés.

 

Algo que se repite en la poesía de Estellés y que sorprende a aquellos que se acercan por primera vez, es la presencia habitual del motivo poético del cine

Existe la Loren, que impresiona al poeta como otros contemporáneos -habría que recordar un viejo y apócrifo anecdotario llegue- pero que en los versos de Vicent Andrés sale de modo disperso. Y en las páginas de Las Provincias nos encontramos con un Estellés que firma en espacios dedicados al cine. No nos resulta extraño, entonces, observar cierto vecindad entre un mundo y otro. El cronista cinematográfico de los años cincuenta estaba condenado, por devoción y por profesión, a encontrarse con las actrices de más éxito en el momento.

 

Hay por ahí, por esas carteleras del Ancho mundo, una serie de titulos deleznables en los que la actriz, todavía adolescente, luchaba a brazo Partido miedo abrirse camino, por superar a toda costa las miserias de apoyo infancia. Luego utiliza algunas armas que no se detuvieron ante el desplante ni aún ante el escándalo. («Carnet del domingo», 2-8-58)

 

No es sólo la Loren («Buenos días» ,7-7-60; 27-7-60), también la Lollobrigida («Buenos días», 2-8-58), Audrey Hepburn («Buenos días», 16 - 2-58), nos encontramos con versos dedicados por Roque a Brigitte Bardot, a la muerte de Marilyn («Buenos días», 7-8-1962), incluso a las jóvenes Claudia Cardinale, Raquel Welch («Buenos días» , 21-1-67), mitos femeninos que desvelan cierta masculinidad en el crítico cinematográfico.

 

Es de justicia afirmar que la tarea de Estellés como especialista en crónica del cine y de la literatura no se detiene aquí, en la periferia frívola. El autor del «Carnet del domingo» profundiza en cuestiones de interpretación y de adaptación. La segunda de las parcelas temáticas del cine frecuenta, incluso dedica artículos enteros a ella, comentando la actualidad del panorama internacional:

 

El cine francés, actualmente, sigue esa tradición cuidadosa e inteligente y de suspensión estudios salen, o en ellos se preparan, en los momentos presentes, diversas versiones que van, por ejemplo, desde Bonjour Tristesse a Los miserables (18-1-58)

 

En estas páginas abundan las observaciones sobre Lawrence Olivier en las adaptaciones Shakespearean, sobre Emilio Fernández y la versión de La malquerida de Benavente, o Los invencibles a partir de la novela de William Faulkner.

 

El poeta que va al cine es, por tanto, el escritor al que gusta comentar la dimensión literaria de este espectáculo, consolidado y generalizado en la sociedad del siglo XX, y que se vive tanto en esta dimensión como en la más íntima, aquella que no podía figurar en las páginas de los diarios y que el poeta explica repetidamente en sus versos. Las vivencias en la oscuridad del cine y la mano que sube entre los muslos de las chicas en el último poema de sería botón de muestra.

 

La vertiente culta y más casta del Estellés cinematográfico deambula por las crónicas del domingo, pero en ellas se encuentra la tendencia hacia el género de igual manera que está presente la literatura, sobre todo el teatro. En este sentido tampoco podemos olvidar los lazos de tipo biográfico del autor con el drama. Lo repetía en las entrevistas, y hablaba a menudo, de un gusto juvenil por las mesas.

 

De ahí que sus apreciaciones cinematográficas se detienen también sobre la interpretación de los actores. En una serie de artículos del año 58, por ejemplo, se dedica a expresar sus consideraciones sobre la interpretación Shakespearean de Lawrence Olivier.

 

Más allá de la dimensión de entretenimiento del cine, la Estellés crítico no elude ciertos pronunciamientos-prudentes, eso sí, sobre algunas películas que tienen determinada carga social. Con el seudónimo Travelling (24-8-58) aparece firmado un artículo de título directo: «Proceso a la sociedad actual. De Los aristócratas en Las Grandes esperanzas »:

 

"En un principio fuéron los italianos los que, después de hacer las crónicas europeas de las posguerra (sic), la crónica de las pobres gentes, iniciaron una especie de encuestas amargas, violentas, en las que se ponía en entredicho toda una sociedad. Todo Esto culmina en «Proceso a la ciudad».«Proceso a la ciudad» evocaba una sociedad pretérita, pero las baterias apuntaban a unos objetivos claros, concretos, y la película produjó desazón. Los italianos produjeron este tipo de cine sin andarse con dengues, sin pararse en barras. Realizarón un tipo de cine amargo, directo."

 

La cata sobre el neorrealismo muestra la discreción con que se podía tratar una cuestión ante determinados temores. No podemos olvidar que los periodistas, en aquellos años tan grises, se ve sometido a un proceso de revisión que en los años sesenta se convertiría en una responsabilidad concreta por obra y gracia de la Ley de Prensa. Así pues, la sutileza, la delicadeza en enfrentar críticas que, desde cualquier esfera, pudieran ser desagradables al poder, se debería hacer con toda la cautela. Las reivindicaciones cívicas no podían ir desnudas y, por tanto, a menudo asistimos a una ceremonia curiosa que Estellés llevaba a cabo a través del disfraz de inocencia de los versos de Roque.

 

El cine y la posguerra se dan la mano y nos llevan, de manera ineludible, el noticiario oficialista que abría todas las sesiones con la imperial presencia del águila y una música inconfundible. Estellés lo mira desde la distancia discreta del cronista y bromea a propósito de la dicción de la voz de los documentales:

 

Es interesante, en efecto, este capítulo –técnico y literario— que ha abierto el «Nodo» en sus actividades. Los paisajes de España, los paisajes y los temas plásticos más diversos y más henchidos de sugestión son desplegados en esas panorámicas semanales, en pinceladas vivas y con oportunos comentarios. Creemos, sin embargo, que debe cuidarse la pronunciación por parte de algunas «voces en off». No podemos olvidar un cortometraje sobre Mallorca en el que, al mencionar puntos geográficos –concretamente: «Cap Gros»- el locutor de turno se obstinó mesetariamente en cerrar a todo pasto todas las «oes» que se le ponían a tiro. Prosódicamente, sin duda, para este locutor era domingo y todos los acentos debían estar cerrados («Documentales de España», 12-1-1958)

 

Años más tarde volvía sobre los temas del cine y de la dicción de forma separada. En cuanto al primero, que ahora nos ocupa, citaríamos algún artículo de contenidos muy interesantes (15-6-1973) y otros que nos ayudan a evocar la Estellés más erótico, anecdótico y divertido cuando toca de paso títulos malditos en ese tiempo: «El último tango» (11-9-73): «discreto encanto de la burguesía» (11-10-1973).

 

El vínculo que el cine tiene con el erotismo está presente en la cronología de la obra Estellés. El amor, el sexo, la atracción femenina también fueron evolucionando con los tiempos:

 

Roque, a veces, suspira
viendo, en un mostrador,
una "girl" de esas, lector
que el doctor le recomienda ...
Roque siendo turbas en "el andén" ...
Y sopla más que un vapor!

(«Buenos días», 2-5-1959)

 

Tiene el poeta una vecina
muy alegre y redondita,
que lleva de cabeza al poeta
como usted no se imagina.
Es una chica muy fina
y que vale un Potosí.
La miro como va y cómo vuelve
y me digo, lector, para mí,
con un acento sin sorna:
¡Ay, si yo fuera soltero ...!

(«Buenos días», 17-4-1959)

 

La estanquera del cantón
... a veces me lleva de cabeza ...
(«Buenos días», 15-1-1960)
Vas armando mucho ruido
por la calle, dulce niña,
con la faldita cortita
- ¡Ay!-Por encima de la rodilla.

(«Buenos días», 12-4-1961)

 

De estos versos que no presentan una relación erótica más lejana de lo que permitía la época, nos tendremos que trasladar a la prosa que evoca algunos enfoques que desvelaban el erotismo del cronista y, seguramente, también el de los lectores. En las páginas escritas a principios de los setenta ya encontramos otro enfoque que ahora no se limita a la sugestión o la sugerencia a partir de la longitud de las «faldas».

 

En el artículo «Libertad» (1-9-1973), por ejemplo, nos encontramos con un tema que, sin lugar a dudas, en nuestra geografía tardaría en llegar. Aquellos años eran los de la evocación del extranjero como excusa de acercamiento a otro tipo de erotismo:

 

Es el caso de que, pasando del muy discreto y prometedor "sujetador", se llegó al «sujetador»; y de este a la nada ¿«La être et le neant»? Para aquellas luminosas playas de Cannes, Saint Tropez, hay una belicosa soltura que, a veces, «si están de buen año», tiene unos resultados, unas consecuencias muy alentadoras.

 

En los artículos que escribió en 73 con motivo de su visita a Cannes y de su viaje a Hamburgo nos encontramos con un Vicent Andrés que proclama su atracción por la feminidad en textos como el anterior y otros en los que se refiere a azafatas, camareras o, simplemente, los comentarios sobre las excursiones nocturnas de alguno de los pirotécnicos que acompañaba.

 

La aportación periodística, en este sentido, no estaría lejana del retrato de la vida amorosa del País, de sus represiones y de las pequeñas licencias lujuriosas que se permitieron en los últimos años del franquismo:

 

"La gente se mete en las calles del amor y el perdón, en el callejón de las ventanas-las famosas ventanas o vitrinas-donde se ofrecia las mujeres, y donde los hombres, desde la calzada, las miran. A veces, inicialmente se lega a un acuerdo, después de considerar y casi de sopesar ópticamente los bienes de la hembra. La muchacha abre la ventana. Es la hora de la oferta y la demanda".(«Hamburgo, mi corazón (1): Introducción y caos», 9-10-1973)

 

 

La posguerra

 

Resulta evidente que, este nexo histórico que acabamos de referir, es latente en la obra de Estellés. De los renglones que escribe nuestro autor se desprende el aroma de la posguerra.

Las reclamaciones sobre el alumbrado deficiente, sobre el penoso estado del pavimento de las calles, sobre la falta de rigurosidad horaria de los tranvías, se dejan pasar bajo la apariencia de la broma:

 

A oscuras, llena de daños,
te miro, Alameda, todavía.
Te miro, Alameda, ahora,
llena de hoyos y rasgaduras.

(«Buenos días», 13-3-59)

 

Las calles están carcomidos,
ah Roque, desde el pavimento

(«Buenos días», 8-4-59)

 

¿Recuerdas aquellos tranvías,
lentísimos y todos de amarillo?
El pobre corazón se escurre, Roque,
a la sombra de los antiguos días
unos días poco a poco
sobre esas polvorientas vías

(«Buenos días», 5-1-60)

 

Me lo ha dicho una vecina,
mujer de mucho cerebro:
"Siempre, junto al bordillo,
hay balsas de gasolina,
y sólo hacemos que resbaló
en cuanto bajamos de la acera.
¿Dónde iremos a parar? "
"Mire usted-le digo yo-,
según lo que usted me dice,
irá a parar al río
debido al resbalón. "

(«Buenos días», 9-7-1060)

 

A finales de los cincuenta todavía planea la sombra espesa y mísera de la riada y del posterior plan de canalización del Turia por el Sur de la ciudad. Tampoco el tema es ajeno a este escritor, como lo son las rutinas diarias ni el recreo de los domingos. Así, el ambiente de posguerra que recorre las páginas de las Horacianes late en algunos de los escritos Estellés que retratan la realidad del momento:

 

"En el Puchol Nou hay delicadas señoritas empleadas que no quieren llegarse al Saler, porque en las playas hay mucha inmoralidad, y se sientan en tierra con las piernas diestramente cruzadas debajo de la falda, y se las arreglan de manera que la falda, extendida, forma una circunferencia multicolor: son unas señoritas que asemejan, pongamos por caso, frágiles flores de percal. En el Puchol Nou hay inocentes niños en cueros que se revuelcan a tortazo limpio. Hay, también, panzudos niños con el combligo como un tapón de botella de champán."(«Bajo las lonas del “camping”. Domingo en el Puchol Nou», 31-8-58)

 

Los ambientes de posguerra son tan constante en los versos de Roque como en algunas de las composiciones más conocidas. Véase, si no, este fragmento que nos sugiere el Libro de Maravillas:

¿Recuerdas aquellos tranvías,
lentísimos y todos de amarillo?
El pobre corazón se escurre, Roque,
a la sombra de los antiguos días.
Unos días poco a poco
sobre esas polvorientas vías

(«Buenos días», 5-1-1960)

Por otro lado, el posicionamiento cívico y político de Estellés ante temas concretos se deja notar, por ejemplo, en cuestiones que fueron muy controvertidas en su momento. El 19 de agosto de 1960 se manifestó en contra de la posibilidad de que se vendiera la Mata del Fang de la Albufera y desde las páginas del periódico hacía un llamamiento a todos los valencianos. Ocasionalmente nos encontramos con la Estellés más amargo y más ligado al mundo de la posguerra que se desliza de censuras con un poema que capta lo que se puede interpretar. Su particular homenaje al poeta Ausiàs March proclama toda la oscuridad y las miserias del momento (1-3-1959):

 

«De cuerpo presente»
Hay, sobre todo, el afán de ser explícito.
No hay nada claro. No puede aclararse nada,
definitivamente. Sólo se puede ir
además penumbra aún.
... Lo que uno hace se deshace. Lo deshacen lentamente
miserables insectos. Y uno lo sabe. Y uno no puede
evitarlo: es lógico, es un proceso, son cosas,
el proceso natural, lo previsto, unos trámites,
todo estaba previsto desde el primer momento.
Las mejillas, y las piernas, y los ojos, y la frente, las manos ...
Los puros caminos de los besos los hacen, sucios, unos insectos
Y tendremos que esperar más, Ausiàs, más aún,
y entonces uno será eso sólo: espera.
No todo se habrá resuelto: llegará, entonces,
sólo en la frontera. En la frontera hay
praderas, hay arroyos, y hay niños-lo bien!
Pero habrá entonces, más trámites, más instancias,
los papeles, los sellos, las preguntas-aunque,
y más siglos aún. Lejos, esbelta y dorada,
verde y alta, el Valle. Los árboles de la Patria.

 

Bajo esta forma dialogada nos damos cuenta de que la construcción de la metáfora de la frontera se convierte en la imagen de lo que la crítica ha destacado en Estellés y en otros escritores de su tiempo. Lo que se llamó «exilio interior» y que ha servido a Dominic Keown (2000:136) para defender ciertas analogías entre Estellés y Espriu, se presenta en el que el crítico británico considera la «manipulación estética del hecho histórico». Si Keown lo explica por las analogías manifiestas entre el Estellés y los autores de la latinidad, aquí lo podríamos hacer por lazos lingüísticos que evocan el patriotismo y los sentimientos.

El motivo "ausiasmarchiano" de la muerte y la descomposición del cuerpo no es otra cosa que la invocación de la figura del gran poeta a través de la cual se marca una afinidad con el tiempo presente, pero con la esperanza abierta a un futuro mejor, verde-con el recuerdo cinematográfico del valle verde como símbolo patriótico, si se quiere-esperanzador.

 

Con todo esto podemos intuir los sentimientos más íntimos del poeta que observa lo que hay a su alrededor, una sociedad, la sociedad de la posguerra, en la que los cambios iban haciéndose notar poco a poco. El paso de los momentos más oscuros de este periodo en las etapas de cierta prosperidad económica también dejan su huella en los escritos Estellés del periódico.

 

Uno de los episodios que marca el cambio de la etapa gris hacia un futuro de apertura y de progreso económico lo marcó claramente el turismo.

 

En este sentido no podemos olvidar que el acercamiento al Mediterráneo por parte de aquellas culturas que se consideraban «europeas», es decir, que quedaban Norte allá, constituyen un símbolo a la vez que marcan un hito histórico para nuestras costas:

 

Desde este mediterráneo que ya habían descubierto Byron o Goethe, el turismo ofrecía la posibilidad de que el escritor local observara lo que había fuera de su ámbito. No sólo las trenzas doradas sino también unas formas de cultura y de comportamiento social en las que, seguramente, no estaba acostumbrado en 1958. Este motivo temático nos lleva a la observación de la alteridad desde la perspectiva local. De nuevo la reclusión del individuo en un ámbito lóbrego y represivo contrasta con unos referentes externos que simbolizan la libertad y la prosperidad, lo que se manifiesta en la poesía de nuestro autor a través de la mitificación de los paisajes y los lugares del extranjero, como bien se ha encargado de señalar Vicente Salvador (2000:85) cuando marcó los vínculos entre la poesía de Estellés y Hamburgo:

 

"Ahora bien, Europa no es sólo el mundo de procedencia del turismo o de las informaciones noticiosas de carácter inocuo para el régimen franquista. Es también el lugar de emigración donde los paisanos del poeta deben buscar trabajo para soportar la miseria de unos años de penuria económica"

 

Hamburgo es, de hecho, el descubrimiento de Europa a los ojos del periodista y los ojos de los lectores. El viaje que realiza en 1973 en la ciudad alemana enviado por el periódico es la vivencia que alimenta temáticamente el cronista-en la serie de artículos titulados «Hamburgo, mi corazón» (9-10-73 a 14-10-1973)- y el poeta. El primero, sobre todo, porque se convierte en aquel que informa, da noticia de lo que-eufemísticamente o no-se llamó «aperturismo», es decir, la declaración del fin de la posguerra, la observación clara del contraste , que luego se haría más patente en las memorias del Tratado de las fresas (1985), en el que se detallan ciertas cosas que no podían ser publicadas en el diario pero intuían.

 

Estellés tiende, durante los setenta, a recuperar aquellas cosas, los recuerdos de la posguerra. En las páginas del diario lo hace como a sus poemarios, evocando lugares y personas. De ello queda muestra en jugosos artículos de recuerdos como el dedicado al pan («Buenos días», 20-9-73) o en el recuerdo del Madrid que había conocido, contrastado con el que retrataba Gonzalo Castellón («Buenos días», 9-8-73). Incluso suelta una mirada nostálgica por la geografía menor de la Huerta:

La Alquería:
Hace mucho tiempo que no he ido por la alquería el Pino. Total ... a veces recibía noticias, lamentables, sobre el estado en que se encontraba. A veces lo creía ya veces secretamente, confiaba en algo aún, en algún remedio, en algún milagro, en algún micapà. Un buen amigo ha dejado en mis manos una colección de fotografías que ha hecho. Son un documento dramático, incontrovertible. La Alquería del Pi, como tantas cosas en este mundo, en este País Valenciano, se ha ido a pacto.(11-1-1974)

 

Pero si hay que hablar de ciudad, evidentemente la ciudad Estellés por antonomasia es Valencia. A pesar de ser un escritor nacido en Burjassot, vive la geografía urbana con la intensidad que muestra aquel «Cuerpo mortal» del Libro de maravillas, como vive las barandillas del río y la feria. Si en la obra anteriormente citada estos motivos están presentes constantemente, no cabe duda que sus vivencias de la posguerra y tardofranquismo están ligadas a los lugares evocados. En los versículos de Roque son constantes las referencias a la temática local, más variadas, eso sí, hasta la primera mitad de los sesenta. A partir de ese momento se observa cierta recurrencia a tocar la temática de la climatología y del fútbol y llega al punto que en los setenta se hace reiterativa y poco original. Ahora bien, la crónica local de Roque despierta interés puntualmente por las alusiones satíricas a las que ya hemos hecho referencia:

 

Dejamos por hoy las canciones,
dejamos las bromas también,
y hablamos, porque conviene,
de ... el olor de los Arbellons.
Son unas emanaciones
que te marean de repente
con un "aroma" insistente
difícil de definir.Fa tiempo lo quería decir,
y no encontraba el momento.
(POSTDATA:
Perdonen esta "instantánea".
Mas cree Roque, buena persona,
que algo hay que mal funciona
en la "ciudad subterránea".)

(«Buenos días», 29-12-1959)

 

Pues tiene un tema la central ...
"El olor" del urinario

(«Buenos días», 21-2-1960)

 

Este juego de ingenio que nos recuerda cierto estilo fallero no esconde unos contenidos críticos hacia la vida local. El paso de los años, pero, marcaría la tonalidad patética de su canto en Valencia. El pathos Estellés se hace evidente en los escritos en prosa en el diario y se hermana con la lírica de manera insoslayable, en la canción dirigida a la ciudad y al País:

 

"Otro día escribirás tu canto en Valencia ..." Creo que fue así, creo que fue un pobre verso como este lo que escribí, hace un montón de años, en algún libro. Rehuía, entonces, toda posibilidad de énfasis. El énfasis nos ha perdido frecuentemente a los indígenas. Lo recuerdo ahora con un poco de tristeza, con un poco de furia, quizá porque estime que ha llegado el momento: el momento de mi canto, personal y colectivo a esta tierra, a mi tierra. De hecho, me encuentro desde hace unos meses, luchando con este canto, con el que me gustaría concluir, prácticamente, mi vida. («El Canto», 22-4-1974)

 

Y el canto de Estellés también es un canto de estilo popular, como la temática de los versos de Roque, que se adentran en las costumbres, en la cotidianidad. Así lo podemos comprobar cuando habla de los carros cargados de pies de la cama («Buenos días», 23-9.-192), del carrito de la horchatera («Buenos días», 7-6-1960; 23-6-61); de la Pascua y La Tarara, de las procesiones del Corpus («Buenos días», 16-6-1960) o, simplemente, del elogio de la siesta («Buenos días», 24-8-1960), de la aroma de la carne asada («Buenos días», 26-12-1959), los sandías («Buenos días», 27-8-1959) o del tan conocido pimiento asado con aceite, de poética exaltación. Todos estas costumbres, unidos a una voluntad manifiesta de «hacer Valencia» («Buenos días», 5-4-1959) ligada a la práctica ancestral.

 

 

La lengua y la patria

 

Este deseo de cantar en Valencia y el País Valenciano se amplía con el proyecto, editado póstumamente, del Mural del País Valencià. Aunque la vertiente lírica resulta más interesante desde el punto de vista literario, la documentación, el conocimiento efectivo de la geografía, va perfilando en las páginas escritas en prosa y en algunos de los versos de Roque.

 

Sus viajes por nuestra geografía, además de algunas aproximaciones al Principado ya Las Islas, son dignos de tener en cuenta para explican también las relaciones personales y literarias.

 

Del viaje a Mallorca, por ejemplo, deducimos el primer contacto con Villalonga, la lectura de Rosselló-Pòrcel, la visita a la cómoda de Mossèn Alcover ... Las terrazas en la fiesta de Elche («Buenos días», 15-8-1959; 14-8-1960; 14-8-1962, 15-8-1968), la Romería de les Canyes en Castellón («Buenos días », 1-3-1962), los pueblos de Castellón que iba visitante (« Buenos días », 6-7-1962), los Moros y Cristianos de Alcoy (« Buenos días », 23-4-1960), las crónicas de la comarca del Palancia y las constantes referencias a la Ribera y la Safor, son la muestra de un vínculo a la tierra que se hizo más firme con el paso del tiempo. Tanto es así que en las columnas escritas en 1973 todavía retoma las relaciones con la tierra valenciana y sus gentes: con el pintor Porcar en Castellón, con Alicante, de nuevo con Elche.

 

Este compromiso cívico se mantiene siempre. El tono reivindicativo del uso de la lengua, a pesar de las imposiciones y las prohibiciones, fue la de la recuperación del teatro valenciano («Buenos días», 23-7-1959); («Buenos días», 13-8 - 1960).

 

En los tiempos de la posguerra lo hizo desde los versos de Roque, según podemos ver a continuación:

 

Veréis, primero, la bandera.
Quisiera ser elocuente
y deciros lo que se siente
viendo pasar la Senyera.
Fue la emoción primera
de la Patria, ya hace unos años.
Fueron, después, los afanes
y fue, también, la acometida
de una alta esperanza encendida
a prueba de desengaños.
....
De pies en la acera,
viendo pasar la bandera.
Y alta como otra Senyera,
la lengua de cada día!

(«Buenos días», 9-10-1959)

 

La vocación patriótica no se detiene en la exaltación de la patria, de la lengua y de la bandera, temas que retomará en los años setenta, sino también en la reivindicación de los escritores valencianos. Antes ya hemos referido un poema dedicado a Ausiàs March. Hay, sin embargo, muchísimas alusiones más al poeta. Además de él encontramos una relación íntima con la poesía de Llorente. Si es cierto que «Junto al barranco de los Algadins» se constituye en el referente aprovechable para la parodia en ese otro «Junto al barranco de Carraixet», también lo es como vía de homenaje («Buenos días», 14 - 11-1959), sobre todo en el número que el diario sacó a la calle con motivo del centenario de la publicación. La edición del epistolario de Querol («Buenos días», 17-6-1961) es otro motivo temático; Bernat i Baldoví («Buenos días», 12-9-1961), Corella, Blasco Ibáñez («Buen día », 28-1-1968), Jaume Roig, aparecen a menudo en escritos de nuestro autor.

 

También se dedica a los escritores coetáneos como Soler i Godes («Buenos días», 12-9-1961), Vicent Ventura (25-5-1960), Gil Albors («Buenos días», 20-6-1968); Josep Plan («Buenos días», 24-8-1973), Ferrer Pastor («Buenos días», 29-7-1960); J. Ernest Martínez Ferrando («Buenos días», 17-2-1961), Llompart, Fuster ...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Texto copiado de Literatura catalana contemporánea : https://adolfpiquervidal.blogspot.com/2008_03_01_archive.html